jueves, 3 de marzo de 2011

EL TRENCH

El modelo preferido - cruzado en popelín o grueso algodón de color beis y diez botones, con profunda pieza de refuerzo en la espalda, pequeñas correas en los puños y cinturón ajustado alrededor de la cintura - es el descendiente directo del abrigo de los soldados británicos elegantemente ocupados en los combates de la Primera Guerra Mundial. Un origen valeroso que le ha otorgado la respetabilidad necesaria para reciclarse en el mundo de los negocios, donde siempre constituye un tándem incombustible con la cartera de documentos en falsa piel humana. Los grandes bolsillos, perfectos para esconder  valiosos motines, y su generosa forma, cómplice en la ocultación de un arma secreta, lo convierten tradicionalmente en la prenda ideal en las películas de espionaje. 

Cuando se habla de trench, se habla de Burberry. 
Una epopeya que se inicia en 1856 cuando Thomas Burberry (1835-1926), de 21 años, aprendiz en el establecimiento de un comerciante de tejidos, decide abrir una tienda de ropa masculina en Basingstoke, condado de Hampshire.
Sus clientes - campesinos, criadores de ganado, cazadores y médicos rurales sometidos a los rigores del inclemente clima británico -  piden una protección durarera contra la intemperie. Y el señor Burberry intuye que, para evitar que la llovizna más sutil e insidiosa se abra paso, se necesita un tejido de trama apretada y no demasiado ajustado al cuerpo. Y, de esta manera, en 1856, crea el progenitor del Burberry de una sola botonadura: el Gents Walking, una amplia capa de hombros raglán.

Llegando a este punto, el imparable Thomas decide llevar a cabo ulteriores experimentos con un amigo, el propietario de una fábrica de algodón, con el cual inventa un tejido que se impermeabiliza antes y después de la tejedura, ingeniosamente llevada a cabo en diagonal. El tejido resultante, perfectamente transpirable entre otras cosas, no apesta a goma como sus predecesores. Y la trama en espina de pescado contribuye a hacer que resbalen las gotas. Este tejido revolucionario se patenta en 1888 con el nombre de gabardina.

Durante la Primera Guerra Mundial el diseño original de la prenda se enriquece con charreteras, utilizadas inicialmente para sostener los guantes o la boina doblada. Pero también con amplios bolsillos provistos de solapa para impedir la entrada de arena y la caída del contenido, es decir, mapas, provisiones y municiones adicionales, además de las correas y correítas que se ajustan a las muñecas y al cuello para convertir la prenda en una especie de la escafandra contra el agua y el viento. Refuerzos de tejido en las partes más expuestas a la intemperie: el canesú posterior y la solapa anterior. Finalmente, anillas en forma de D colgadas del cinturón para sujetar armas y bombas de mano, espadas y gemelos.

(Absolutamente glam!, Cinzia Felicetti)

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